Carmen Nº 747, Of. 91, Curicó – Chile
info@revistagentes.cl
+56 75 247 1437
+56 9 8769 2049

Miguel Torres revive su llegada en 1978 al valle que marcó su destino

Miguel Torres revive su llegada en 1978 al valle que marcó su destino

By: Luis Campos

En mayo, Miguel A. Torres Riera volvió a Chile. En un encuentro cercano y enriquecedor, compartió con Revista Gentes sus memorias, su visión del vino contemporáneo y el compromiso que ha guiado su vida: hacer del vino una expresión cultural con alma y conciencia.


Su legado en Chile no solo es técnico, sino también cultural. ¿Cómo recuerda esos primeros años y qué lo llevó a apostar por este territorio?

Llegué por primera vez a Chile en 1978, acompañado de mi gran amigo Alejandro Parot, con quien estudié en Dijon. Antes de establecernos, exploramos distintas regiones, incluso Mendoza. Recuerdo que en una de esas visitas, una tormenta con granizo afectó severamente los viñedos. Al cruzar la cordillera, Curicó nos recibió con sol, montañas nevadas y una calidez humana que me marcó. Fue un flechazo. Compramos el fundo a la familia Abarzúa, y en 1979 mi padre formalizó la compra. Desde entonces, ese asombro inicial se convirtió en compromiso: modernizar con respeto al terruño y construir un legado perdurable.

En esos años se decía que los vinos de Torres eran “para mujeres”. ¿Le molestaba esa expresión?

Para nada, lo tomé como un elogio. En ese tiempo, el vino era casi un símbolo masculino. Yo solía decir en tono de broma que eso llevaría al divorcio. Empecé a dar charlas a mujeres, animándolas a descubrir el vino sin prejuicios. Muchas de ellas demostraron una sensibilidad sensorial admirable. El vino pasó de ser algo que dividía a convertirse en puente. Nunca olvidaré a un taxista en Barcelona que me dijo: “Me casé gracias a su vino Esmeralda”. Historias como esa reafirman que el vino embellece no solo la mesa, sino también el corazón.

¿Cómo percibe hoy el rol de la mujer en el mundo del vino?

Fundamental. He tenido la fortuna de contar con mujeres extraordinarias. Mi hermana dirige nuestra bodega en Sonoma, y mi hija Mireia Torres Maczassek, como presidenta, lidera con innovación y pasión. El avance femenino en la industria es global, imparable y profundamente enriquecedor.

¿Qué papel ha jugado su señora Waltraud Maczassek en este recorrido?

Decisivo. Mi esposa, alemana, abrió mercado en su país cuando ni siquiera era común ver mujeres en ferias profesionales. Con determinación, logró un importador y construyó una relación comercial que duró 25 años. Fue una verdadera pionera.

Torres & Earth ha sido un referente en sostenibilidad. ¿Qué impacto ha tenido en lo ambiental, en la reputación de la marca y en su vínculo con las nuevas generaciones?

Torres & Earth nació en 2008 tras ver An Inconvenient Truth, que nos hizo comprender que no bastaba con hablar del cambio climático: había que actuar. Invertimos más de 23 millones de euros en tres pilares:

• Adaptación: trasladamos viñedos a zonas más frías (como cerca de los Pirineos), ins- talamos riego por goteo y balsas para asegurar la calidad en veranos extremos.

• Mitigación: reducimos nuestra huella de carbono en un 40% desde 2008, usando energía solar, optimizando agua y forestando más de 1,5 millones de árboles.

• Influencia: creamos IWCA (International Wineries for Climate Action), con más de 175 bodegas comprometidas con estos protocolos.

Impacto ambiental: La viticultura puede ser regenerativa y rentable. Los suelos se han enriquecido y las cepas son más vigorosas. Reputación: Incorporar la sostenibilidad revitalizó la marca Torres, ahora asociada a compromiso y excelencia.

Conexión con los jóvenes: Hoy, el propósito importa tanto como el producto. Muchos jóvenes nos buscan porque sienten que, al elegir Torres, están apoyando un legado responsable.

¿Y cómo aporta la bodega de Curicó en este compromiso sostenible?

Justo esta mañana, conversando con nuestro gerente Jaime Valderrama, recordábamos lo que hemos implementado: sistemas fotovoltaicos, tratamiento de aguas residuales con métodos naturales, y el 25% de nuestra flota ya es eléctrica. Además, seguimos reforestando tanto en Chile como en España. Todo suma. La sostenibilidad no está reñida con la calidad.

¿Hay potencial en América Latina para recuperar variedades ancestrales resistentes al cambio climático?

Sin duda. Nosotros hemos rescatado más de cincuenta cepas, como la forcada, que madura tarde y resiste bien el calor. Su acidez natural la hace muy interesante. América Latina, con su riqueza genética, tiene un campo fértil para este tipo de innovación.

Como líder, ¿cómo vive los reconocimientos que sitúan a Familia Torres entre las marcas más admiradas del mundo?

Con gratitud y responsabilidad. Haber sido elegidos cinco veces por Drinks International como la marca de vino más admirada es un gran honor. Estos reconocimientos nos motivan, pero también nos recuerdan que debemos seguir innovando con humildad. 

¿Qué enamora al consumidor de Familia Torres?

El alma detrás de cada botella. La historia, el respeto por la tierra. Recuerdo llegar a la bodega de Curicó en los años 80, cuando fermentaba el rosado de Santa Digna. El aroma a frambuesa y fresa era tan intenso que uno no quería salir de allí. Esa es la chispa: el vino que emociona y acompaña.

¿Cómo interpreta la baja global en el consumo de vino?

Es relativa. Algunas regiones como Burdeos lo han notado más. Cataluña, en cambio, mantiene su fuerza con los cavas. También influye la desinformación. La OMS desaconseja incluso una copa diaria, pero hay matices. Con moderación y junto a los alimentos, el vino puede ser saludable. Por eso fundamos la Fundación del Vino y la Salud en España, con más de 1.500 médicos. Chile podría beneficiarse de algo similar.

¿Falta información sobre esto?

En Chile podríamos hacer lo mismo que hicimos en España en 1993: una fundación del vino y la salud. Ya lo hemos conversado con el gerente aquí. Esto permitiría acercarnos a los médicos chilenos, que seguramente estarían interesados en participar. Hace un año y medio hicimos un simposio en Toledo con más de 400 asistentes y 40 médicos de todo el mundo, quienes compartieron estudios que demuestran que, con moderación, el vino es saludable. Fue realmente bonito. Chile podría replicarlo con sus propios especialistas. 

¿El consumidor valora hoy la sostenibilidad?

Una parte sí, y va en aumento. Aún falta educación, pero estamos en el camino correcto. La coherencia entre lo que se produce y lo que se defiende es cada vez más valorada.

¿Qué rol debe jugar Chile en el vino del futuro?

Un rol protagónico. Chile tiene terroirs excepcionales, profesionales serios y un compromiso creciente con la sostenibilidad. Tiene todo para liderar. 

Siempre es un privilegio compartir palabras con una leyenda viva del vino. Miguel A. Torres no solo ha transformado territorios y técnicas, sino también corazones. Su visión combina ciencia y sensibilidad, historia y futuro. Nos deja una enseñanza clara: el vino, cuando se cultiva con respeto y se comparte con moderación, no solo acompaña la vida… la celebra. 


Síguenos:

Gentes Papel Digital