Por estos días, hablar con Matías Letigo privilegiado del presente –y de los desafíos– que atraviesa la industria vitivinícola chilena. Enólogo de formación, socio de RR Wines y profundo conocedor del mercado de graneles, Lecaros comparte una visión lúcida, sin eufemismos, sobre un ecosistema que necesita adaptarse o resignarse.
“Estamos bien, pero el mercado está pesado”, dice con honestidad desde el corazón operativo de una empresa que ha sabido sostenerse en medio de un escenario global difícil. “A nosotros nos ha ido bien, estamos en una empresa sana, pero la industria en general se ha contraído. Ha disminuido el volumen y ha obligado a ajustar equipos de trabajo y a contener sueldos. Es un momento apretado”.
UN MERCADO GLOBAL EN CAÍDA LIBRE
Lejos de idealizar el pasado o de buscar culpables, Lecaros señala que el problema es estructural y mundial. “Hoy día, en países como Nueva Zelandia o Australia, ves vinos que antes costaban cuatro dólares el litro ahora a un dólar y medio. Es un derrumbe brutal, no solo en valor, sino en percepción”.
Chile, afirma, ha sabido competir bajando costos, mejorando rendimientos y eficiencia. Pero ni siquiera eso basta. “Estamos perdiendo volumen. Hace cuatro años producíamos más de 1.200 millones de litros. Esta vendimia esperamos 750 millones. Y aún así los precios no suben como deberían. Ni se acercan a los de hace 25 o 30 años”.
El diagnóstico es amplio. “La gente tiene menos plata. Ha dejado de consumir pro- ductos que no son de primera necesidad. Y se han desplazado hacia otras bebidas, cócteles, espirituosos, mezclas dulces. Es parte de un cambio de hábito. El vino ha sido reemplazado, incluso en el campo. Ya no es parte de la cultura popular como lo era antes”.
LA DEUDA DE CHILE: SIN RELATO, NO HAY VALOR
Pero para Matías Lecaros el problema de fondo es más profundo. “Chile no ha logrado construir una imagen país coherente. Cuando preguntas fuera qué piensan de Chile, dicen que hacemos vinos buenos y baratos. Pero no saben más. No hay una idea asociada. No es como hablar de Nueva Zelandia, que evoca naturaleza, o de Perú con Machu Picchu. Chile no tiene una narrativa”.
En ese sentido, el vino chileno paga las consecuencias de no comunicar algo más allá del precio. “No hemos sido capaces de transmitir una experiencia, un relato, una emoción. El vino acompaña historias. ¿Qué historia cuenta una botella chilena afuera? Ninguna. Por eso no podemos subirnos de categoría”.
“Cuando un francés cocina un cassoulet y muestra su vino, se te llenan los ojos de emoción. ¿Y nosotros? ¿Qué mostramos de Chiloé, de los pueblos originarios, del sur, de nuestra historia gastronómica, de la Patagonia?”
GRANELES: DE PARIENTE POBRE A COLUMNA VERTEBRAL
En RR Wines, la mirada está puesta en los graneles, un rubro que solía mirarse en menos, pero que hoy sostiene gran parte de la exportación chilena. “Antes se decía que el granelero era el pariente pobre. Pero la verdad es que el mercado se ha fragmentado. Hoy está el productor de uva, el de vino a granel, el de embotellado, el prestador de servicios. Cada uno debe especializarse y hacer bien su parte”.
Y agrega: “El que embotella en destino no solo ahorra costos, también baja su hue- lla de carbono y se adapta a lo que pide el consumidor. El granel es eficiente, moderno y cada vez más necesario”.
¿Y EL FUTURO? FLEXIBILIDAD Y ESPERANZA
Pese a todo, Lecaros no pierde la fe. “Esto va a pegar una vuelta. Vamos a arrancar más viñas de las necesarias, los volúmenes bajarán y ahí los precios mejorarán. Pero más que esperar milagros, hay que trabajar con inteligencia. Hay que ser versátiles. Si el mercado pide espumantes, vamos allá. Si pide Pinot Gris o Albariño, también”.
En RR Wines ya se están enfocando en producir más blancos, escasos y cada vez más demandados. También han obtenido certificaciones ambientales y de calidad como la BRC AA, aunque no sin dificultades. “El exceso de regulación nos agobia. Programas como el de la Lobesia Botrana son una burocracia inmensa para una plaga que ya sabemos que no se va a erradicar. Solo la controlamos. Y eso nos hace más difícil producir”.
MÁS UNIDAD, MENOS IDEOLOGÍA
Finalmente, Matías Lecaros propone algo que parece obvio, pero no siempre practicado: trabajar juntos. “Nos falta unión como industria. No hemos sabido integrar- nos con el turismo, con la gastronomía, con la cultura. Necesitamos contar una historia que incluya nuestra diversidad. Y que el vino sea el embajador de esa historia”. Y cierra con una convicción que no pierde fuerza: “Vamos a salir de esta. La industria chilena tiene talento, condiciones naturales y profesionalismo. Solo hay que dejar de pensar en pequeño y volver a soñar en grande”.