En Puerto Natales, donde los vientos cruzan el alma y la gastronomía se convierte en refugio, Carneros no es solo un restaurante: es un acto de fe. De fe en el oficio, en la tierra, en los productos que nos definen.
Un proyecto nacido del entusiasmo genuino, de la experiencia acumulada, y también —por qué no decirlo— de una intuición precisa: la de que aún se podía hacer algo distinto, memorable y profundamente regional.
Carneros se suma al Asador Patagónico, ambos propiedad de Fernando Luksic, como una nueva apuesta por fortalecer la identidad culinaria de la Patagonia austral.
Mientras el Asador se ha consolidado como un clásico imperdible, Carneros nace con carácter propio, ampliando la propuesta y profundizando el vínculo con el territorio.
Todo comenzó con un local abandonado que había albergado una parrilla de poca fortuna. Fue en un remate donde el destino cambió.
El espacio, aunque mal diseñado para gastronomía, tenía potencial. “Si alguien que sepa del negocio lo toma, esto puede ser grande”, pensó su creador.
Y así fue. Tras meses de arreglos, una marcha blanca se convirtió rápidamente en éxito rotundo.
Carneros comenzó a sonar, a llenarse, a superar incluso al mítico Asador Patagónico.
¿La fórmula? No hay secretos, pero sí una visión clara.
El cordero al palo, ese ritual ancestral que seduce a locales y viajeros, sigue siendo el corazón de la carta.
Pero esta vez se amplía el relato: un 40% de la propuesta está dedicada al mar y a la tierra magallánica, con guanaco, liebre, pesca del día, centolla, pulpo, calamares y mariscos del canal Beagle y Tierra del Fuego.
La idea es clara: celebrar lo nuestro, con identidad, con orgullo, con excelencia.
CARNEROS LLEVA UN NOMBRE CON HISTORIA.
Un homenaje a Emilio Pesquera, pionero del asado al palo en el sur, con quien su actual dueño compartió fogones y enseñanzas.
Fue él quien cedió el nombre, con generosidad, y hoy el legado continúa en un espacio renovado, elegante, con una iluminación impecable y una decoración que respira Patagonia sin recurrir a clichés.
Pero Carneros no es solo comida. Es concepto. Es idea. Es cultura.
Desde la cocina nacen concursos gastronómicos con productos regionales, inspirados en experiencias en Francia, España, China o Santiago.
La creatividad no se detiene. Y tampoco el respeto por el producto.
“Queremos que cada plato cuente una historia. Que sorprenda. Que emocione”, afirma Fernando Luksic, propietario de Carneros y del Asador Patagónico.
El restaurante también ha innovado en gestión.
Uno de los logros logísticos más singulares ha sido crear un sistema de cavas concesionadas: pequeñas bodegas de vinos dentro del local gestionadas por viñas boutique.
Así se garantiza variedad, frescura y la presencia de etiquetas que normalmente no llegan hasta los confines del sur.
Una solución brillante frente a los desafíos logísticos de la región.
Y todo esto es posible gracias a un modelo empresarial que se sostiene más allá del salón comedor.
Con casinos de alimentación en faenas de construcción, pisciculturas y otras operaciones industriales, el equipo detrás de Carneros puede mantener un alto estándar en su restaurante sin comprometer calidad ni atención.
Carneros no improvisa. Y aunque el entusiasmo desborda, hay método, hay conocimiento, hay décadas de trabajo.
Cada cordero que gira lentamente frente al fuego, cada centolla que llega desde el canal, cada alga que se convierte en ensalada, lleva consigo el peso y la belleza de una región única.
Carneros es Patagonia. Es fuego. Es mar. Es memoria. Es el sabor de una tierra que, cuando se hace bien, deja huella.