Con las primeras copas alzadas y las catas a ciegas en marcha, la edición número 32 del Concours Mondial de Bruxelles dio inicio. El 10 de junio marcó un hito: el certamen regresó por segunda vez a China, eligiendo como escenario a Yinchuan, la capital de Ningxia, región consolidada como epicentro emergente de la viticultura asiática. Durante tres intensas jornadas, 375 jueces profesionales de 56 nacionalidades evaluaron más de 7.000 vinos tintos y blancos provenientes de 49 países, en una de las convocatorias más diversas y exigentes del circuito internacional.
NINGXIA: LA AMBICIÓN HECHA VINO
La elección de Ningxia para esta edición no fue casual. Su terroir, en las colinas de la Montaña Helan, entre los 37° y 39° de latitud norte, ofrecía un equilibrio excepcional: altitud, amplitud térmica, suelos pedregosos y el influjo del río Amarillo. Esta fórmula ha convertido a la región en una de las zonas vitivinícolas más prometedoras del mundo.
Con 18.000 hectáreas de viñedos, 72 bodegas y una producción anual cercana a los 75 millones de botellas, Ningxia comenzó a materializar su objetivo: convertirse en la capital mundial del vino oriental. Las cifras lo respaldaron: una industria en plena expansión, un valor que bordeó los 4.000 millones de euros y vinos que reflejan carácter, equilibrio y sofisticación.
MÁS QUE UN CONCURSO: UN PUENTE ENTRE CIVILIZACIONES
En tiempos complejos para el mundo del vino, el Concours Mondial de Bruxelles se reafirmó como mucho más que una competencia: fue un motor cultural, un catalizador económico y un espacio de encuentro para sensibilidades diversas. “El vino no es una necesidad —afirmó Ha- vaux—, es un patrimonio vivo. Es un puente entre civilizaciones”. Esta edición, además, tuvo un matiz íntimo. Se celebró en homenaje a Louis Havaux, fundador del concurso, en su 90º aniversario. Un gesto de continuidad que recordó los valores que dieron origen a este evento: diálogo, descubrimiento, respeto mutuo.
LA POESÍA DEL VINO Y LA RUTA DE LA SEDA
La ceremonia de apertura incluyó un emotivo discurso del Secretario del Partido de Yinchuan, Zhao Xuhui, quien definió al vino como “Un lenguaje del mundo y un emisario de la civilización”. Invitó a los presentes a recorrer los viñedos al pie de las Helan, escuchar las leyendas de la región y dejarse envolver por la sinfonía de las campanillas de los camellos de la Ruta de la Seda entrelazadas con el aroma del vino de la civilización moderna.
UN TERROIR CON CARÁCTER
La región vinícola de Ningxia presentó vinos de marcada identidad. En tintos, destacaron variedades como Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y Marselan, con expresiones que oscilaron entre frutas negras, taninos pulidos y una acidez vibrante. En blancos, Chardonnay y Riesling italiana ofrecieron vinos minerales, con frescura y elegancia. La altitud superior a los 1.000 metros, la insolación abundante, el riego del río Amarillo y las condiciones de drenaje permitieron obtener vinos con personalidad y una regularidad cualitativa excepcional.