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San Javier entra al mundo por la puerta del vino

San Javier entra al mundo por la puerta del vino

By: Luis Campos

Desde el secano del Maule, la nueva Ciudad Creativa de la UNESCO en Gastronomía celebra su identidad patrimonial y proyecta su futuro con sabor propio.


San Javier de Loncomilla, en la Región del Maule, ya no cabe en el margen de un mapa: entra a la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO en Gastronomía, y lo hace desde un territorio con voz propia: el secano del Maule, esa franja moldeada por la Cordillera de la Costa y sus suelos austeros, donde la vid se cría a pulso, sin riego, y el tiempo es un ingrediente más.

Allí, entre quebradas y terrazas, la viticultura ha aprendido a decir mucho con muy poco.

En estas laderas persisten cepas antiguas: la País, la más vieja del territorio nacional y hoy revalorizada, y la Carignan, que volvió a brillar desde el secano interior como emblema de identidad y calidad gracias al trabajo colectivo de VIGNO, los “vignadores” que rescataron viñas viejas y cambiaron la conversación sobre el vino chileno.

Este tejido patrimonial convive —y dialoga— con cepas europeas como Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Carménère y algunas italianas, que encuentran aquí amplitud térmica y brisas del Pacífico para madurar con carácter. Basta mirar el mosaico varietal de cooperativas y pequeños productores del valle del Loncomilla para comprender esa armonía entre tradición y renovación. La gastronomía sanjavierina, en sí, no se entiende sin su cultura del vino: ese vino que se cocina, se conversa y se comparte; alimento y relato a la vez.

En el secano, la copa lleva dentro viñas viejas en cabeza, agricultura a mano y una estética de bajo riego (dry-farmed) que hoy seduce al mundo por su autenticidad y frescura. Integrarse a una red global de más de 300 ciudades creativas no es un trofeo; es una interpelación: ¿qué puede aportar San Javier al futuro de la mesa contemporánea?

Desde aquí, las respuestas suenan claras: innovación con raíces, turismo sostenible con sentido y educación del gusto anclada en el territorio.

El secano del Maule, con su País trepando cercos y su añoso Carignan, ya encontró su voz. La UNESCO solo encendió el micrófono. Ahora, el desafío es unir a los actores locales bajo una mirada amplia y trabajar con visión común por este logro que pone a San Javier de Loncomilla con un punto destacado en el mapa creativo de la UNESCO.

 




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